En memoria de un ciudadano ejemplar
*Dedicado a sus hijas Lulú, Kelly, Sharo, Andrea y Teffy, a sus hijos
Miguelángel, Noyito, Fernando y Cristopher; a su nieta, Katerine, y su esposa,
Lesbia Magaly; hermanos-as y sobrinos-as, así como a sus amigos-as de mil
batallas.
Justo, el 15 de septiembre, día de la independencia patria, dejaba el mundo terrenal el profesor Miguel Ángel Sitamul Pocón. El viernes 11 había sentido algunas molestias de garganta; por ello, le dije en broma, que le hacía falta un buen añejo 12 años, para quitar esa ronquera. Sin embargo, ese malestar, presagiaba algo inesperado y fatal. A sus 63 años, cumplidos el pasado 4 de agosto, Miguel Ángel lucía activo en diversos escenarios públicos. Hacía gala de su ciudadanía, ejerciendo sus derechos y deberes en el municipio que lo vio nace, JOCOTENANGO, o en dimensiones mayores, como el departamento de Sacatepéquez.
La emergencia pandémica que vive el
mundo no deja “santo parado”, como reza el refrán popular. El profe seguía a
pie juntillas las instrucciones sanitarias, razón por la cual dejó de asistir a
reuniones presenciales durante los seis meses, desde que se declaró el primer
caso de contagio en Guatemala, el 13 de marzo. No obstante, continuaba con su
activismo desde las redes sociales, o por medio de llamadas telefónicas a sus
colegas dirigentes de organizaciones de sociedad civil. O sea, la pandemia nunca
fue excusa para dejar de ejercer derechos, trasladando la ciudadanía al
territorio digital. En la foto de abajo, con sus alumnos de primaria, enseñando la historia del pueblo.
Y como decía el periodista deportivo
Federico Guillermo
Silva, “hoy somos y mañana no somos”; Miguel Ángel, el activista social incansable, el ciudadano ejemplar, se
nos fue de manera repentina y rápida de esta tierra. La madrugada del 15 de septiembre era
fría, ahora ya ni el canto de los gallos se escucha, para acompañar el
despertar del alba. Fue tan repentina y rápida su muerte, que no podría creerlo.
A las 10.30 de la noche del 14 todavía me escribió un mensaje en WhatsApp, indicando
que el personal del hospital nacional Pedro de Bethancourt lo estaba
trasladando al quinto piso para su tratamiento. A sus hijas también les
escribió dos horas después; pero en las siguientes dos ocurre el desenlace. A
las 4 horas suena el timbre de mi teléfono, me despierta, y contesto solo para
recibir la fatal noticia.
En pocos minutos estaba ya frente al
ordenador escribiendo el primer mensaje en las redes sociales de Asociación
IXIM, pero algo extraño me ocurrió; después de haber dado el teclaso de envío, comencé
a dudar:
-¿Será cierto? Me dije a mi mismo. No puede ser. La duda me inundó, tanto así que me dije:
-Y si después tengo que aclarar?
Igualdad incredulidad tenían sus
amigos ex alumnos invalistas. Incluso, después de leer los primeros mensajes
todavía no le daban crédito. Juan Carlos Solórzano, era uno de ellos, y me escribió
desde Estados de América, preguntándome si era cierto, lo que estaba leyendo.
El hecho estaba consumado. Tenía que aceptar la realidad.
El profesor Miguel Ángel Sitamul
Pocón había partido a otro mundo, dejando huellas imborrables; primero en su
familia, luego en el campo de la educación pública y después en organizaciones
de la sociedad civil, donde su ausencia será notoria. El profe se lleva la
satisfacción de haber dejado la mejor herencia a sus hijos: la educación y los
valores éticos y morales, de los que él fue un digno ejemplo. Todos sus hijos
son graduados, a excepción de Cristopher, el menor de edad; la mayoría ha
egresado de la universidad, y dos con estudios de maestría, tal los casos de
Lulú y Andrea Xiomara.
También deja un gran vacío en las
organizaciones de la sociedad civil y espacios importantes de participación
ciudadana, entre ellos, los consejos de desarrollo, tanto comunitarios como
municipales y departamentales, donde participaba con verdadera vocación de
servicio. Miguel Ángel ya no estará más en estas batallas por la transparencia
pública y la auditoría social, por la rendición de cuentas y el acceso libre a
la información pública.
Parafraseando con un partido de futbol, Miguel Ángel era titular en el equipo, y en los graderíos, ahora, en lugar de aficionados, están los suplentes, guardando distancia entre sí, como parte de los protocolos de bioseguridad, impuestos por la emergencia pandémica. Su ausencia será notoria, porque en el banco de suplentes no hay suficientes jugadores con el compromiso y el conocimiento de las normas relacionadas con la participación ciudadana, para sustituirlo. Recuerdo que cuando murió mi amigo Luis Felipe Miranda Ruiz, a la sazón, Vicepresidente de la Asociación IXIM, el 2 de enero de 2012, otro amigo me confesó: “lamento la partida de Luis Felipe, porque se necesitan más ciudadanos como él, para empujar nuevos procesos de formación y capacitación”.
Y, es cierto. Para renovar cuadros en
las organizaciones de la sociedad civil no hay muchos ciudadanos y ciudadanas
haciendo cola o fila para ingresar y asumir compromisos serios.
Miguel Ángel había asumido liderazgo
por sus acciones del ser ciudadano, entendiendo que la ciudadanía legal, que se
obtiene al cumplir 18 años, no es suficiente; es vacía, si no se ejerce como lo
establece también la Constitución y las leyes de desarrollo local. Por eso me
gusta hablar de ciudadanía activa; gracias a esa cualidad, el profe, lo mismo gestionaba información pública en
municipalidades, que en ministerios de Estado. Lo mismo hacía desde el Cocode
de la zona 2 jocoteca, que desde la Asociación de Vecinos. Fue un protagonista
social, presidiendo o formando parte de la Asociación de Jubilados de
Sacatepéquez, o coordinando con mucho entusiasmo y sentido de pertenencia la
Coordinadora de ex alumnos del glorioso Instituto Normal para Varones “Antonio
Larrazábal”. Fue socio y animador de las actividades de formación y
capacitación de la Asociación para el Desarrollo Local IXIM, a la que representó
en el Codede, por el subsector de las Organizaciones NO Gubernamentales (ONG),
junto a Jorge Mijangos, presidente de la Asociación Casa del Niño (CANI).
Hoy te decimos adiós, Miguel Ángel.
Ya no pudimos disfrutar, como solíamos hacerlo con frecuencia, un añejo 12 años,
con boquitas de panza, o unos chiles rellenos. Dijimos que después de la
pandemia volveríamos a vernos para compartir anhelos y mini victorias en el
quehacer de la ciudadanía activa. Pero ya no fue posible.
Tu familia sanguínea y tu familia
política extrañaremos tu ausencia. Ya no habrá más esa voz comprensiva y
solidaria con sus hijos e hijas; ya no habrá más esa voz respetuosa con su
esposa, compartiendo amorosa y responsablemente la conducción de su hogar. Ya
no habrá más comentarios suyos alrededor de la mesa familiar.
En los espacios públicos donde
participaba, ya no se escuchará más su voz insistente:
-Pido la palabra.
Las autoridades locales tampoco
escucharán más el escrutinio a la función pública. Tampoco tendrán que
responder constantes solicitudes de información pública sobre hechos relevantes
y de interés colectivo.
El ejemplo de ciudadanía activa que nos dejó el profesor
Miguel Ángel es uno de los mejores legados. Si se hace una valoración racional de
esa herencia, uno esperaría que se honre su memoria, con más ciudadanos
activos, hombres y mujeres, que puedan retomar la estafeta de la verdadera
ciudadanía.
¡Hasta siempre, Miguel Ángel!!!
Jocotenango, 24 de septiembre de
2020.