De crisis en crisis, la de nunca acabar

El agotamiento del sistema social y político

Ernesto Sitamul

Recientemente estuve en un conversatorio virtual para suscriptores de elPeriódico, donde participaron Anabellla Giracca, Roberto Wagner y Hugo Maúl Rivas, quienes se refirieron a la realidad nacional, en función de la coyuntura actual de Guatemala, al responder las preguntas del moderador, Jaime Moreno, quien además recibió la retroalimentación de la audiencia, por medio del chat. Los tres expositores son articulistas de ese medio, que se caracteriza por la diversidad de opiniones, las cuales se publican sin cortapisas, haciendo gala de respeto a la libertad de expresión y a sabiendas que esto enriquece el debate de ideas. 

Por supuesto que no es posible profundizar los temas que dominan la coyuntura actual en tan poco tiempo (dos horas). Generalmente la audiencia se queda “picada” con sus inquietudes. En todo caso, los tres nos dejaron –desde su perspectiva- una semblanza general de lo que está pasando. El reto en todo análisis siempre será proponer y tratar de orientar al gran público para abordar los problemas que aquejan a la sociedad.  Guatemala experimenta con mayor agudeza algunos problemas históricos, como consecuencia del impacto de la pandemia y por la forma como el gobierno viene manejando la crisis sanitaria. 


En el menú de esa problemática no pueden faltar la corrupción y la impunidad, la pobreza y pobreza extrema, desnutrición, la falta de empleo y de oportunidades para el desarrollo integral de la gente. También se inscribe en este cuadro la migración, o sea la expulsión de compatriotas que deben buscar nuevos horizontes en el exterior, especialmente hacia Estados Unidos de América.

La mayoría de estos problemas continúan o resurgen con cada gobierno. Cada cuatro años aparecen las mismas demandas, lo que supone que gobiernos van y gobiernos vienen, sin seguir verdaderas políticas de Estado –largo plazo-; por lo tanto, la crisis se convierte en algo permanente. Lo anterior refleja una afirmación de Giracca, quien sentenció que “éste es el país de la eterna crisis”. O sea, la dinámica social está marcada por una u otra crisis. Salimos de una y entramos a otra, o se entrelazan en nuestra cotidianidad. Hace algún tiempo recuerdo que el abogado Fernando González Davison, escribió sobre “la eterna transición” que sufre la sociedad guatemalteca. Cuando asumió el gobierno de Vinicio Cerezo, en 1986, se habló de la transición a la democracia, después de sucesivos gobiernos militares y golpes de Estado. Cuando Ramiro de León Carpio tomó el poder, tras  el llamado autogolpe de Estado de 1993, también se acuñó que estábamos en transición. Y solo para citar un caso más, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz en 1996, también se habló de una transición, incluyendo la llamada justicia transicional. ¿Se trata de una transición prolongada? Lo cierto es que no miramos la luz al final del túnel.

Algunas señas del agotamiento

En innegable que ha habido una distorsión de la democracia. Por un lado, el sistema democrático tampoco ha resuelto los problemas de la mayoría de la sociedad. Y por otro, la distorsión de la democracia nos está llevando a un callejón sin salida, agudizándose con la polarización extrema, que anula toda la posibilidad de diálogo.

Las élites sociales, económicas y políticas deben entender que la crisis es compleja y peligrosa. Es tan compleja que no se puede simplificar a soluciones sencillas, como afirma Anabella Giracca. Por ello se requiere actitudes maduras, dialógicas e inteligentes de todos los liderazgos, porque para reorientar el rumbo del país hay que sacrificar intereses particulares.

Considero que es importantísimo que todos tengan una disposición seria hacia el diálogo, que todos sean capaces de reconocer sus errores y desviaciones de la ley, porque estos factores pueden contribuir generar un clima de confianza y credibilidad. El primero que debería salir a la palestra es el presidente de la República, por ser el primer magistrado de la nación y representante de la unidad nacional. Sin embargo, el mandatario en lugar de seguir el rol que la manda la Constitución, se ha puesto al servicio de intereses oscuros y por consiguiente ha perdido confianza y credibilidad, como para convocar a un gran diálogo de país. Aparte, su carácter iracundo y descalificador tampoco abona a este propósito.

No es alentador seguir enfrascados en esta crisis. No es positivo para la economía. Tampoco lo es para la sociedad en general, cuya mayoría experimenta crisis económica, agudizada por la falta de empleo, debido a los efectos de la pandemia. Las debilidades del sistema de salud fueron desnudadas por el coronavirus, a lo que se sumó el mal manejo gubernamental. O sea, economía y salud, son dos grandes factores que hoy por hoy tienen en serios aprietos a la mayoría de guatemaltecos.

Y los actores políticos tampoco están jugando el papel que les corresponde. El Congreso es el espacio de diálogo y debate inter partidario, múltiple y diverso, pero en las actuales circunstancias nada de eso se cumple. Más bien se ha conformado una alianza oficialista, que la oposición y sectores sociales califican de perversa y criminal. Esa alianza tiene el control de las grandes decisiones del Congreso, pero por intereses inconfesados, NO ha elegido a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Apelaciones. Éstos debían haber tomado posesión el 13 de octubre de 2019. El asunto es todavía más grave, porque la independencia judicial está en peligro, aunque para algunos ya está cooptada, no precisamente para aplicar la justicia de forma imparcial.

La Fiscal General y jefa del Ministerio Público también ha hecho su parte para complicar la credibilidad y confianza en el sistema de justicia. Por un lado, destituyó ilegalmente al Jefe de la Fiscal Especial Contra la Impunidad, Juan Francisco Sandoval, y, por otro, ha sido condescendiente con el Presidente Giammattei, en el famoso caso de la operación rusa –las alfombras embilletadas- que habrían sido llevadas a su casa en la zona 15.

El próximo año, el Congreso deberá elegir Procurador de los Derechos Humanos, con la amenaza de  escoger a uno que se ponga a su servicio, pues es notorio que los diputados de la alianza oficialista no están dispuestos a tener un PDH incómodo a sus intereses particulares. Ojalá también elijan a los magistrados de las cortes mencionadas, cuyo proceso se detuvo por la anterior magistratura de la Corte de Constitucionalidad, debido a las componendas descaradas de algunos diputados, jueces y empresarios, contenidas en la investigación Comisiones Paralelas 2020, hecha por la FECI.

El 2022 será dinámico y agitado, porque es año preelectoral. Seguramente dará mucho de qué hablar el trabajo de los pre candidatos presidenciales, que pueden caer en prácticas reñidas con la Ley Electoral. No obstante las críticas a la actual magistratura del Tribunal Supremo Electoral, en principio, por la forma express en que fue electa en el Congreso, a mí me parece alentador la postura que han fijado en cuanto al tema, y han declarado que todo aquel que al se le compruebe actos de campaña anticipada se le vedará la inscripción como candidato a cargo de elección popular, léanse Presidente, diputados, alcaldes y concejales municipales. Imagen tomada de Google.

Jocotenanto, 4 de octubre de 2021.